sábado, 23 de agosto de 2008

Confesiones

Hoy, una vez más, lo vi, como hace diez años cuando bailamos aquella canción cumbiambera, cuyo tema era una flor que en mi vida he visto.

Hoy, bordeando los 30 años, las miradas se hicieron intensas y rompieron las vestiduras ¿acaso las miradas son tan fuertes como para recrear la imaginación de un hombre y una mujer, en la plenitud de su vida, devorándose el uno al otro con los ojos, aún sabiendo que eso que imaginan jamás ocurrirá?...

Mara, desde aquí sólo puedo decirte que: Embriagada por el licor, confieso que mueves mis entrañas con el solo detectar tu presencia. Tu mirada de hombre me ha abrumado y seducido...

Debo dormir, pequeño de madre muerta a la cual yo admiraba. Cómo me hace falta tu madre, Mara.

Aquí va la canción, de aquel año 1998, cuando yo era una virgen gordita de anteojos y tú un largirucho jovenzuelo delgadísimo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Esta maldad bondadosa fue comentada por